viernes, 29 de mayo de 2020

POLITICA y ESPECTACULO. OSOS y CORTIJOS


Desgraciadamente los ciudadanos nos estamos acostumbrando a que la política se parezca más a un espectáculo televisivo de insultos y descalificaciones que, al ejercicio, basado en el diálogo y la búsqueda de consenso, de gestión de la RES-PUBLICA.
Asumimos como NORMALIDAD (maldita palabra) la maniobra de entretenimiento que desde el poder se genera para despistar al ciudadano de la verdadera situación en que vivimos los seres humanos 20 años después de haber cruzado la frontera del milenio. Desde el Congreso de los Diputados hasta el más pequeño municipio de la comarca de Ribagorza, pasando por la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente, se ha convertido en costumbre el fenómeno de hacer que la gente preste atención a lo anecdótico para que no vea la dureza de una realidad que viene de antiguo. Hunde sus raíces en el tiempo y en una estructura social que venció también a la pacata transición con la que nos convencimos de que vivimos en democracia.

La globalización económica, la deslocalización industrial y el triunfo de la economía financiera, han construido un mundo en donde la injusticia cotiza al alza y el egoísmo de las oligarquías crece hasta la desmesura sobre la ignorancia de gran parte de la población que, si en el coliseo romano se entretenía con las peleas de gladiadores, ahora lo hacen con las de los gallos y gallinas que se enfrentan en el de la Carrera de San Jerónimo. Como resultado de esta atmosfera que se mete por las rendijas del televisor, el español medio entra al trapo de la sinrazón de nuestros políticos y olvida mirar hacia las verdaderas causas que mueven nuestra cotidianidad.
Por mucho que se empeñe la “torcida” (en España es mucho más abundante que la “derecha”), el actual presidente no es culpable ni del Covid19 ni de la brutal crisis que le persigue, pero a fuerza de repetir el esperpento, pueden conseguir que centenares de ignorantes se envuelvan de amarillo y rojo y lleguen a creer que haciéndose amigos de los “dueños del cortijo” les va a ir mucho mejor y que la España desarrollista de vacaciones en el mar y paella perpetua, volverá como vuelven las cigüeñas al campanario.
Lo peor de todo es que esta política-ficción cae en cascada por toda la estructura representativa. Es mucho más fácil para un Consejero de Agricultura culpar a un oso de todos los males de la ganadería que ponerse a trabajar en serio. Dado el nivel de contaminación por partículas de ignorancia que se extiende por la atmosfera aragonesa, es más rentable buscar algún culpable peludo que acometer la reforma de la PAC o trabajar por equilibrar los modelos ganaderos. Es mucho más fácil, más agradable y da más votos posar para las cámaras con los patrones de la industria del porcino que pedirles que internalicen en el coste de su producto, el del tratamiento de sus purines.
Parecido fenómeno podemos ver en otros ámbitos como el de la explotación de los recursos turísticos. Castanesa, sin ir más lejos. Caer en la cuenta de que ni la evolución de la economía ni el clima van a permitir la continuidad del modelo de explotación de las estaciones de esquí, requiere un recorrido mental que no todos está dispuestos a emprender. Es mucho más sencillo seguir la corriente a los dueños del cortijo de la nieve que seguro que sacan alguna subvención milagrosa para seguir mintiendo en común.
Y el final del recorrido lo podemos hacer en Capella en donde el agua del Isábena baja contaminada pero se considera preferible no llamar al SEPRONA. Al igual que montones de españoles y españolas que adoran la normalidad (la de antes o la de después) es preferible dejar que las aguas vuelvan a su cauce y no molestar a los dueños del cortijo. También es verdad que, si los responsables del cuidado del medio natural hacen acto de presencia una semana después de los hechos que se informan, de poco servirá su sabiduría. No hay nada más cómodo para la paz social que mirar, solo en donde no pasa nada.

Aunque para algunos pensadores, Marcuse pertenece al pasado, nunca está de más releer el pasado: