Antes de que el dios macho destronara a la vieja Gaia, la naturaleza era la ley inexorable que obedecían todos los seres vivos. Después llegaron los dioses, los papas y los obispos e impusieron la condena de la explotación de la naturaleza. Desde entonces la luz de la verdad palidece en el mundo pero brilla en el corazón de cada ser humano.