jueves, 25 de marzo de 2021

LA ESPAÑA LLENA DE VACIO.

 


Las "ansias de normalidad" a cualquier precio, el lavado verde generalizado a que nos estamos acostumbrando, la inminente llegado de fondos europeos para paliar la situación del Covid19 y el esperpéntico espectáculo de la política española, han abierto todo el catálogo de tópicos entre los que el de la España Vacía/ada afecta muy seriamente al modelo de vida rural

El neologismo de la ESPAÑA VACIA que se va imponiendo en nuestro lenguaje cotidiano parece pretender un equilibrio territorial y sin embargo consolida precisamente todo lo contrario y ayuda a justificar que ese, recién creado “VACIO”, se pueda llenar hasta los bordes de todo tipo de actividades que nadie quiere en su propia casa.

Por la fuerza creadora de la palabra, la idea de una ESPAÑA VACIA da carta de naturaleza a la otra España que por lo visto debe de estar LLENA y a la que, de una forma más o menos velada, se sigue atrayendo a la gente para que disfrute de su plétora. Con la ilusoria pretensión de resolver el problema de la despoblación, estamos ante el peligro de consagrar la ESPAÑA DE DOS VELOCIDADES ante el sorprendente beneplácito de vaciados y vaciadores.

A esta feria de vanidades sin duda, contribuyen aparentes nuevas formas de entender la política que pretenden que Teruel, Soria o Cáceres se sitúen en el centro de la actualidad porque necesitan el tren, la autovía o la banda ancha. En el extremo opuesto, no son pocos los que optan por la idea de que los habitantes del interior menos desarrollado progresarán en la medida que lo haga el conjunto de todo el estado y para eso más que reivindicaciones localistas en el Congreso de los Diputados, hace falta un reparto verdaderamente equitativo de la riqueza del país. Es decir, hace falta que alguien haga bien las cuentas del estado para que las iniciativas privadas y los recursos públicos se distribuyan por el territorio nacional de acuerdo a un sencillo objetivo de justicia distributiva.

Hasta este momento, esas cuentas no se han hecho así ni muchísimo menos y España perdió el tren de la cohesión nacional, precisamente por la nefasta gestión de los fondos de cohesión de la UE que han conformado un modo de hacer y repartir injusto que ahora se viste de verde y pretende llenar de centrales renovables y macrogranjas el silencio del vacío español. Con esta hartera estrategia grandes fondos de inversión van a volver a enriquecerse. En esta ocasión bajo el pretexto del cambio de modelo energético se puede conseguir que el mismo monopolio empresarial acapare lo que podía ser una gestión democrática y participativa de los recursos energéticos. No deja de ser curioso que las plusvalías de la ganadería industrial gestionen la especulación en energías renovables.

La búsqueda de una, puede que bienintencionada, solidaridad con los que menos tienen, puede acabar por convertirse en una especie de gestión de la dádiva. La España menos dotada requiere justicia no compasión ni siquiera solidaridad. Esta último es un necesario valor humano que se da entre individuos y grupos humanos reducidos, los estados deben ser sencillamente equitativos.

Ninguna falta hace programas de radio y televisión que ensalcen las virtudes de la vida en el campo, la dicha de los nuevos pobladores que atienden el centro social que han permitido que la escuela siga abierta y lo buenos que son los mantecados que hornea la centenaria superviviente de una España que ya no es. En los pueblos y en las ciudades hacen falta sencillamente ciudadanos libres capaces de convivir y gestionar sus recursos en libertad y esto no siempre es fácil porque también el mundo rural tiene su cara oscura. Años de un sistema de relaciones políticas y clientelares no generan espacios de libertad y a menudo los explotados de esa sociedad rural apoyan a sus explotadores convencidos de que no hay alternativas.

En los términos en que se está desarrollando el relato de la España vacia/da se corre el peligro de diseñar exotismo rural con derecho a senderismo y deporte de aventura que está en las antípodas de la justicia distributiva que reclamamos. Este objetivo debería pasar por una revisión del modelo de gobernanza que genere eficacia de la gestión de “lo público”. En el edificio institucional con el que funcionamos los municipios deben estar en el centro del interés político con una financiación adecuada y ajustada a los servicios que deben prestar para que ningún territorio sea inferior a otro.

Tal vez por eso, precisamente en este momento en que se espera la llegada de una financiación generosa que pueda paliar los efectos de la pandemia del Covid, es preciso hacer muchas preguntas. Es el momento de pensar cómo se gestionan los espacios abiertos de la ESPAÑA LLENA de aire, viento, sol y tierra. Esa parte del país está prestando al resto grandes servicios medioambientales, energéticos y de alimentación y tiene el derecho, al menos el mismo derecho, que cualquier otra parte del país a ser gestor de su desarrollo y de su progreso. Habría que preguntarse si para alcanzar ese modelo es oportuno convertir miles de hectáreas en paneles fotovoltaicos que con el eufemístico nombre de “PARQUE” se presenta como la salvación del vacío. De la misma forma habría que revisar las concesiones de minas, centrales eólicas o las mayores granjas de una Europa que ya no las quiere al norte del pirineo. En resumen, cabría preguntarse si en el vacío español caben todas esas explotaciones de los recursos naturales que exportan los beneficios y dejan plantaciones de desánimo en un terreno empobrecido y plagado de nitratos. En todos los casos y en todos los territorios se debería trabajar por un equilibrio entre lo que se aporta y lo que se recibe y de esa forma puede que el exotismo del mundo rural, disuelto en justicia distributiva, se transforme simplemente en esa normalidad de la que tanto se habla.

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..en el corazón de España,

tierras pobres, tierras tristes,

tan tristes que tienen alma!

La tierra de Alvar González

Antonio Machado. 1912