Montañismo para todos |
El modelo se basa en empresas
públicas que funcionan de acuerdo con el derecho privado. Esto, que se vende
como una forma de dotar de mayor agilidad a la actividad que se pretende
gestionar, tiene el grave peligro de construir una administración paralela sin
las garantías de la función pública, con una plantilla de trabajadores más
dependientes y con total libertad para relacionarse con el mundo empresarial.
De facto estas empresas funcionan como si fueran privadas con algunos pequeños
cambios en función de los vaivenes electorales. Como siempre, los métodos
pueden ser más o menos inocuos, pero su aplicación en la práctica puede
alcanzar altos niveles de dependencia de los grandes grupos, bien sean
inversores o de construcción.
Aragón tiene ejemplos notorios, como
el INSTITUTO ARAGONÉS DEL AGUA, MOTORLAND o ARAMÓN del que tanto se está
hablando últimamente.
Cuando el presidente aragonés, Javier Lambán, afirma en las Cortes de Aragón “que Aramon tiene el "firme propósito" de continuar con la ampliación de las estaciones de esquí de Cerler y …..y que, en ningún caso, será financiado con los presupuestos de la Comunidad, sino con los de la propia empresa pública” parece que olvida que la mitad de los fondos de ARAMÓN pertenecen a la Comunidad Autónoma, por tanto, no hay que ser muy despierto para colegir que, al menos la mitad de la factura, la pagaremos los aragoneses y eso si la ingeniería contable de la empresa no construye un bello artificio para que, nuevamente como en el caso del Plan Aragonés de Saneamiento, el dinero público aflore en la cuenta de resultados, en este caso de IBERCAJA, el otro socio del consorcio.
Cuando el presidente aragonés, Javier Lambán, afirma en las Cortes de Aragón “que Aramon tiene el "firme propósito" de continuar con la ampliación de las estaciones de esquí de Cerler y …..y que, en ningún caso, será financiado con los presupuestos de la Comunidad, sino con los de la propia empresa pública” parece que olvida que la mitad de los fondos de ARAMÓN pertenecen a la Comunidad Autónoma, por tanto, no hay que ser muy despierto para colegir que, al menos la mitad de la factura, la pagaremos los aragoneses y eso si la ingeniería contable de la empresa no construye un bello artificio para que, nuevamente como en el caso del Plan Aragonés de Saneamiento, el dinero público aflore en la cuenta de resultados, en este caso de IBERCAJA, el otro socio del consorcio.
Puede que, desde el Pignatelli o las
calles zaragozanas, la pista que se está construyendo ahora mismo en la montaña
de Castanesa parezca un asunto menor, sin embargo, representa mucho más que un
arañazo sobre la piel de un trozo de Aragón que ha conservado hasta hoy mismo
sus valores étnológicos y naturales. Desde el punto de vista de la gestión del
territorio supone la sumisión de la gestión de lo público al interés privado,
porque el desarrollo del Proyecto de Ampliación de Cerler desde su aparición en
cuentagotas en la realidad ribagorzana, ha sido un ejemplo de marrullería e
intereses particulares. Ni siquiera se puede aducir el beneficio de la
población para justificar esta forma de hacer, cayendo en el tópico de la
España Vacía, porque no existe ni igualdad de trato ni de intereses entre los
habitantes de una zona y los de otra del amplio mapa de la sinrazón de esta
controvertida y silenciada ampliación.
Pero además se da otra circunstancia
que parece pasar desapercibida. Se están simultaneando las labores de los
estudios arqueológicos con los de la propia construcción. De esa forma puede
ser que cuando se estime la protección de una zona, ya se pueda haber destruido. Es
como si en el Paseo de la Independencia zaragozano se hubiera construido el
aparcamiento subterráneo al mismo tiempo que los arqueólogos topografiaban el
yacimiento islámico.
El resumen de los hechos y su
proyección hacia el futuro son muy graves. Se sigue ahondando en un modelo
especulativo apoyado en una estación de esquí sin nieve, mientras se ignora o
se destruye lo que podría ser un atractivo para que los aragoneses hicieran
suyo, sin necesidad de someterse al mercado inmobiliario, un trozo de nuestra
geografía que narra en voz baja la verdadera historia de los habitantes de esta
tierra, aquellos que construyeron las mallatas para protegerse del lobo y del
oso y se juntaban en círculos de piedra a pedir a la naturaleza el agua y sol
que les permitiera llenar de vida estas montañas. Deberíamos escuchar la voz
del tiempo antes que el interés de los bancos.
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