El último ejemplo lo verbaliza la extrema
derecha cuando uno de sus diputados se refiere al cambio climático como un
problema de conservación, aludiendo a que quienes saben verdaderamente de
conservar y cuidar el medio ambiente son, precisamente, los conservadores, en
un claro guiño a su electorado, pero también al mundo rural donde el
progresismo y el ecologismo de base no terminan de encontrarse del todo.
Pese a la carga de cinismo y desvergüenza
que contiene esta frase, hay en ella un apunte de interés. El desencuentro
entre los críticos al sistema y quienes viven en la creencia de que no existe
alternativa fuera de él, es un escenario estéril con pintas de volverse eterno
si no se introducen otros elementos en el relato que mejore la estrategia de
comunicación.
En nuestra comarca esta realidad se
percibe en cada una de nuestros planteamientos que son simultáneamente,
comprendidos y rechazados. Para un buen número de personas la evidencia de los
hechos de la emergencia climática obligaría a un cambio profundo de las cosas,
sin embargo la falta de una alternativa próxima y visible obligan, de hecho, a
evitar cualquiera de esos cambios.
Esto, que podemos ver en la gestión del
turismo de nieve o en la evolución de la ganadería industrial, nos debe hacer
pensar en la búsqueda de espacios de proximidad en el que esta dicotomía
comprensión-oposición puedan conciliarse.
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