El ínclito cazador, se suma a la ceremonia de la confusión que practican muchos políticos, también aragoneses, en la que se enmascaran los verdaderos problemas a base de generar conversaciones inútiles, condimentadas por insultos y mentiras en la confianza de que si se repiten suficientemente se obtenga un doble fruto. Por un lado, la opinión pública se desorienta por el humo generado y por otro, gana peso el relato tópico y cacique que recuerde al personal el valor de las viejas y ancestrales tradiciones.
Estamos ante un fiel representante de “Esa
España inferior que ora y bosteza; vieja y tahúr, zaragatera y triste; esa
España inferior que ora y embiste, cuando se digna usar la cabeza” que
Machado retrato en 1912 y que, pese al tiempo transcurrido y a la edad del
autor del artículo, se mantiene en plena lozanía.
Es cierto que la ganadería extensiva es un sector con graves
problemas, pero si se aparta el humo de la banalidad y se entra al detalle de
la realidad, se puede ver que el lobo no es ni mucho menos el mayor de ellos. El
mundo rural está sometido a un proceso de industrialización en el que las
economías familiares corren peligro de sucumbir ante la presión de los mercados
y las imposiciones de un modelo productivo que esquilma a la población minimizando
su libertad de decisión. Por otro lado, la Política Agraria Común que debe
representar una asociación entre la agricultura y la sociedad, además de buscar
la garantía para los agricultores de la Unión Europea de un nivel de vida
razonable, también obliga a la
gestión sostenible de los recursos naturales.
En ese sentido, las actuaciones comunitarias contemplan el
mantenimiento de la biodiversidad encaminada al equilibrio de las especies
animales y vegetales a las que se tendrán que adaptar las actividades humanas,
como la caza que además de modernizarse en la calidad de las armas y la
sofisticación de la comunicación en las batidas, tendrá que hacerlo al marco
normativo que las administraciones determinen.
En este estado de cosas, acudir al recurso del pobre
campesino y a la España vaciada es de una lamentable ramplonería que demuestra
una escasa capacidad de razonamiento y una menor capacidad de aceptación y adaptación
a la realidad.
Harían bien los cazadores en procurar minorizar el número de
sus propias víctimas. En los nueve primeros meses del pasado año 51 personas
perdieron la vida en accidentes de caza y casi 700 fueron heridas. Y haría muy
bien el representante de los cazadores aragoneses en seguir un curso de
urbanidad y buena educación. Si quiere ver a las brujas volando al aquelarre
puede admirar los caprichos de Goya, mucho más ajustado a la realidad que su inculto desvarío con la ministra.
Para terminar, no queremos dejar de mandar un saludo a todos
quienes, escopeta al hombro, caminan por las cuestas y veredas de Ribagorza para llevar a la
mesa de la amistad la justa pieza sacada del campo desde el respeto a la
naturaleza y sus leyes.